Hace varios años que leí este libro. Aunque de él solo recordaba que me había encantado. Incluso se lo llegue a recomendar a un par de conocidas. Quise escribir una reseña sobre él puesto que guardaba un gran recuerdo. El problema llegó en que el gran y uno recuerdo que guardaba era el hecho de que me habia gustado. No recordaba nada más; los personajes, la trama, los misterios,... todo borrado de mi mente. ¿Por que? No tengo ni idea. Pero la cuestión es que mi neuronas habían pulsado el botón de suprimir.
Entonces paso algo maravilloso.
En muchas ocasiones, cuando miro uno de mis libros preferidos, me digo: Sería maravilloso volver a descubrirlas, abrir por primera vez sus páginas y no saber lo que te vas a encontrar. Maravillarte con la historia y sus personajes. Pues ha ocurrido.
He podido volver a descubrir esta fantástica novela.
¿De que va?
Margaret Lea no había leido ni uno solo de los libros de Vida Winter, sabía muy poco de su vida y tampoco tenía interés en ello, hasta que un día recibio una carta de la autora en la que se la solicitaba para escribir su biografía.
Margaret trabajaba con su padre en la libreria familiar y había escrito varias biografías de personas fallecidas, lo cual para ella era muy gratificante, pero no tenía ningun interés en escribir la de Vida Winter. Sin embargo, la historia que le había escrito en esa carta consiguio intrigarla.
Finalmente aceptó el trabajo.
Vida Winter, es más conocida por lo que oculta que por lo que cuenta, y asi el cuento numero trece, eliminado de su primer libro es aquella historia que todo el mundo quiere conocer y la historia que ella no quiere contar.
Poco a poco la señora Winter ira contandole a Margaret la historia de dos gemelas, de Angelfield y finamente la historia de su vida, y a su vez Margaret ira redescubriendo el pasado, investigando los sucesos, aprendiendo a leer entre lineas y a dar la debida importancia a la historia secundaria.
Y asi, dia a dia, capitulo a capitulo, Vida Winter va relatando sus recuerdos a la vez que la enfermedad la va venciendo. Margaret la escucha atentamente incapaz de escapar de la historia de la misma manera que no puede huir de la suya propia.
¿Qué me ha parecido?
Sin lugar a dudas me ha encantado. La primer vez que lo leí me maravillo y esta segunda vez a vuelto a dejarme la misma sensación.
Es una historia muy intrigante. Transcurre de forma rápida lo que hace que su lectura no te aburra en ningún momento pero no tan rápido como para que parezca que la autora tenía ganas de terminar. Los capítulos son cortos y cuentan exactamente lo que indica el título lo que hace que sea una lectura fácil.
A pesar de los muchos misterios e intrigas que se van planteando a lo largo de la historia no quedan cabos sueltos, todo esta debidamente resuelto, bien atado y hasta con un lazito para su presentación.
Los personajes me han gustado mucho, las gemelas, Isabel y su hermano, el ama y el jardinero, todos con unos lazos que los unen tanto entre ellos como con los demás, haciendo que cada pareja tenga su propia historia, su propio relato. Incluso el fantasma acaba teniendo el suyo.
Solo ha habido algo que no me ha gustado y ha sido la obsesión de Margaret con su gemela fallecida. No entendí que tuviera ese grado de obsesión y depresión. Tal vez porque yo no soy gemela. No lo sé. Pero lo he encontrado un poco "desmesurado".
En definitiva es un libro que recomiendo al 100%.
Diálogos, frases, citas.
- Imagine una cinta transportadora, una enorme cinta transportadora y al final de la misma un gigantesco horno. En la cinta transportadora hay libros. Todos los ejemplares del mundo de todos los libros que ústed ama. Colocados en fila. Jane Eyre. Villette. La dama de blando.
- Middlemarch - contribuí.
- Gracias. Middlemarch. E imagine una palanca con dos letreros: Encendido y Apagado. En este preciso instante la palanca está en la posición de apagado. Al lado hay un individuo con una mano sobre la palanca, a punto de ponerla en marcha y usted puede detenerlo. Tiene una pistola en la mano. No tiene más que apretar el gatillo. ¿Qué hace?
- Eso es absurdo.
- El individuo gira la palanca. La cinta transportadora se pone en marcha.
- Pero eso es demasiado extremo; estamos hablando de un caso hipotético.
- El primero en caer es Shiley.
- No me gustan esa clase de juegos.
- Ahora es Geoge Sand quien empieza a arder.
Suspiré y cerré los ojos.
- Por ahi viene Cumbres borrascosas. ¿Va a dejar que arda?
No pude evitarlo. Vi los libros, vi su inexorable avance hacia la boca del horno y me estremecí.
- Como quiera. Ahí va. ¿También Jane Eyre?
Jane Eyre. De repente sentí la boca seca.
- Solo tiene que disparar. No la delataré. Nadie lo sabrá jamás. - Esperó-. Los ejemplares de Jane Eyre han empezado a caer. Sólo unos pocos. Hay muchos más. Aún dispone de tiempo para tomar una desición.
Me froté nerviosamente el pulgar contra el borde áspero de la uña del dedo corazón.
- Están empezando a caer más y más deprisa.
La señorita Winter no apartaba la mirada de mí.
- La mitad ha sido engullida ya por las llamas. Piense, Margaret. Muy pronto Jane Eyre habrá desaparecido para siempre. Piense.
La señorita Winter parpadeó.
- Dos tercios. Solo una persona, Margaret. Solo una persona diminuta e insignificante.
Parpadeé.
- Todavía dispone de tiempo, aunque poco. Recuerde que esta persona insignificante esta quemando libros. ¿Realmente merece vivir?
Parpadeo. Parpadeo.
- Es su última oportunidad.
Parpadeo. Parpadeo.
Adios a Jane Eyre.
- ¡Margaret!- exclamó la señorita Winter con el rostro crispado de indignación y golpeando el brazo de la silla con la mano izquierda.
Hasta la mano derecha, impedida como estaba le tembló en el regazo.
Más tarde, cuando transcribí lo sucedido, pensé que era la expresión más espontánea de un sentimiento que había visto en la señorita Winter. Un sentimiento demasiado intenso para invertirlo en un simple juego.
¿Y mis sentimientos? Vergüenza, pues había mentido. Naturalmente que amaba a los libros más que a las personas. Naturalmente que Jane Eyre tenía para mí más valor que el desconocido que ponía en marcha la palanca. Naturalmente que toda la obra de Shakespeare valía más que una vida humana. Naturalmente. Pero, a diferencia de la señorita Winter, me avergonzaba reconocerlo.